Reflexiones para un replanteamiento de las Ciencias Sociales

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Luk Van Langenhove, Secretario General / OCDE

(El siguiente texto se encuentra disponible para su discusión en "Redes y Grupos")

Introducción
Este artículo responde a dos objetivos básicos: describir sucintamente el estado actual del pensamiento crítico sobre ciencias sociales y examinar algunas propuestas recientemente formuladas para reestructurarlas. Huelga recordar que han sido frecuentes las críticas a la estructura organizativa de las ciencias sociales, así como las voces requiriendo la apertura de esa estructura a planteamientos "nuevos" o distintos. Lejos por lo tanto de cualquier pretensión de originalidad, este artículo sólo aspira a contribuir al debate actual en torno al futuro de las ciencias sociales, en el marco de la labor que lleva a cabo la OCDE sobre el sistema científico.
No está de más empezar recordando el concepto de "ciencias sociales". Aunque hay quienes piensan que sólo cabe una ciencia social, la mayoría de los colegas que se definen como miembros de una disciplina institucionalizada de ciencias sociales prefieren distinguirse de los miembros de las demás disciplinas. Naturalmente, el plural abarca conceptos afines como los de "ciencia(s) humana(s)" o ciencia(s) de la conducta.

La invención de las ciencias sociales
Hubo un tiempo en que no existían ciencias sociales institucionalizadas. Hoy en día, sin embargo, muchas disciplinas académicas se autocalifican de ciencias sociales. Por otra parte, las ciencias sociales son mucho más jóvenes que las ciencias naturales clásicas, aunque ambas están organizadas en disciplinas. Estos dos aspectos son importantes para entender cómo funcionan las ciencias sociales, esto es, cómo trabajan, cuáles son sus resultados y cuáles sus repercusiones sociales.

Este artículo empieza pues situando a las ciencias sociales en su contexto histórico y señalando un aspecto crucial para comprender sus éxitos y problemas y su compleja relación con las ciencias naturales. La historia de las ciencias sociales es intrincada, y no cabe confundirla con la de sus instituciones. La historia de la psicología, por ejemplo, no es la de la investigación de laboratorio que arranca con Wundt y culmina con la creación de departamentos universitarios, círculos de eruditos y ese profesional llamado "psicólogo". (2) A imagen de las demás disciplinas de ciencias sociales, la aparición y el desarrollo de la psicología, se inscriben más bien en un proceso de mayor amplitud, configurado por cuatro aspectos fundamentales:

La comprensión de que ciertos fenómenos humanos pueden ser objeto de estudio.
La idea de que cualquier estudio de ese tipo requiere "un examen de realidad".
La posibilidad de acceso a los fenómenos que se desea estudiar.
La creación de técnicas y métodos adecuados para estudiar los fenómenos humanos.

Sólo entonces se dan las condiciones necesarias para la existencia de un nuevo campo científico "social" o "humano". La "supervivencia" de ese campo científico en forma de praxis institucionalizada e independiente dependerá de un conjunto de fuerzas sociales y académicas. En lo que a este artículo concierne, la primera condición reviste una especial importancia.
Con el paso del tiempo se ha ido acumulando un notable conocimiento acerca de los usos sociales. Ese conocimiento ha cumplido tradicionalmente una función legitimadora, pues su propia existencia era inseparable de la ideología socioeconómica que lo había alumbrado. De este modo, los primeros modelos "científicos" del hombre y la sociedad no eran en realidad más que la justificación y legitimación de los usos sociales existentes: nada se cuestionaba porque nada parecía requerir explicación. El concepto de "Dios" desempeñaba un papel central en dichos modelos: las cosas eran como eran porque Dios así lo quería. Durante mucho tiempo, la imposibilidad de cuestionar el dogma religioso vedó casi por completo el estudio del hombre y la sociedad. Lo primero que debían hacer las ciencias sociales, por lo tanto, era librarse de los obstáculos religiosos que entorpecían el estudio del hombre y la sociedad, cosa que iban a lograr con el advenimiento de la Ilustración. Subsistían sin embargo escollos políticos e ideológicos. Dada su función legitimadora, las primeras formas de conocimiento social sistematizado no eran neutrales. Las leyes, por ejemplo, instauradas por los representantes de las clases dirigentes de cada sociedad, respondían a criterios sumamente pragmáticos.
El estudio un poco más "crítico" de los usos sociales existentes sólo empezó a ser posible cuando: a) los estamentos dirigentes tropezaron con problemas nuevos a los que debían dar respuesta; o b) otros grupos necesitaron del conocimiento social para cuestionar el poder de los grupos dirigentes. En otras palabras, fueron necesarios cambios y problemas cuya solución requería un estudio de la sociedad. Puede demostrarse que, a partir del Siglo XVII, la aparición de nuevas ideologías, formas de praxis política y métodos científicos dio origen a nuevos problemas sociales, culturales, económicos y psicológicos.

Por ejemplo:

En el plano ideológico, el pensamiento humanista empezó a ganar protagonismo, y con él el interés por ciertos tipos de gente distinta de la "gente normal". Se produjo así el "descubrimiento" de los niños y los locos, y el de estados mentales particulares como el "enamoramiento romántico". Ciertos interrogantes prácticos empezaron a exigir respuesta. Si los niños no eran adultos en miniatura, ¿cómo había que tratarlos? (¿cómo había que educarlos?) ¿Por qué el amor puede dar lugar a graves trastornos físicos (histeria)?
El plano político viene marcado por la aparición de los estados modernos y del comercio entre ellos, lo que a su vez exigía nuevas fórmulas para organizar el estado y el comercio. Al mismo tiempo, el modernismo y la ideología liberal invocaban la posibilidad del cambio dirigido. Para ello era preciso confiar el poder a personas competentes (la escolarización era pues necesaria), capaces de seleccionar e interpretar la información adecuada y actuar en consecuencia. Wallerstein (1997) afirma: "Para pasar a la acción necesitaban saber cómo funcionaba realmente el orden social, es decir: necesitaban investigación e investigadores. Las ciencias sociales eran indispensables para realizar los designios liberales".
En el plano científico, el progreso de las ciencias naturales llevó a la creación y aplicación de nuevas técnicas, algunas de las cuales plantearon problemas sociales o psicológicos. Los experimentos con telescopios, por ejemplo, permitieron descubrir que la gente posee distintos tiempos de reacción a los estímulos visuales.
Independientemente del ángulo desde el cual se analice el estado actual de las ciencias sociales, no puede olvidar el contexto histórico en el que vieron la luz: su relación con el poder, con la necesidad de resolver ciertos problemas y con la transformación de la propia sociedad. La aparición de las ciencias sociales guarda una relación íntima con la búsqueda de soluciones a problemas concretos. Por sorprendente que parezca, el origen intelectual de las ciencias sociales se distingue por ello del de las ciencias naturales: mientras que las primeras aparecen estrechamente ligadas a lo que hoy llamaríamos ciencia aplicada, el nacimiento de las ciencias naturales obedece al afán de comprender el mundo. Situadas inicialmente en la periferia de la vida social (como pasatiempo del clero y las clases acomodadas), las ciencias naturales han pasado a ejercer un papel determinante en la búsqueda de la riqueza, gracias a los hilos que se tendieron durante el siglo XVIII entre la ciencia y la tecnología, y entre la tecnología y el desarrollo económico. Las ciencias sociales, en cambio, permanecen por ahora desvinculadas del desarrollo económico o de cualquier otra noción de desarrollo de la sociedad.
Ello se traduce hoy en día en una sociedad rebosante de los frutos del "progreso" de las ciencias naturales: centrales nucleares, teléfonos móviles, jabón biodegradable y muchos otros elementos derivados de la ciencia y la tecnología. ¿Quién podría decir, en cambio, a dónde han conducido las ciencias sociales? ¿Qué cambios de la sociedad cabe atribuir al progreso de las ciencias sociales? En otras palabras, ¿cuán distinta habría sido nuestra sociedad sin Habermas, Foucault o Giddens? ¿O sin Freud y Marx? ¡Muchos científicos sociales, en realidad, hasta dudarían en incluir a estos dos últimos en su comunidad!

Los problemas institucionales de las ciencias sociales
Las ciencias sociales modernas se presentan a sí mismas como disciplinas universitarias, esto es, como actividades institucionalizadas. Ello significa que, como cualquier otra institución, poseen una historia "oficial", que les sirve en parte para justificarse y en parte para iniciar a los nuevos miembros. Toda vez que las principales disciplinas no se fundaron hasta los albores del siglo XIX, esas historias "oficiales" incluyen siempre una etapa precientífica. Lo que una vez afirmó Ebbinghaus a propósito de la historia de la psicología es aplicable también a las demás ciencias sociales: tienen un pasado más largo y una historia más corta que las ciencias naturales. Un pasado más largo porque su ejercicio precientífico era indispensable para la organización y el funcionamiento de toda la sociedad. Una historia más corta porque su fundación científica sólo se materializó una vez cumplidas ciertas condiciones y culminados ciertos procesos sociales (brevemente descritos más arriba).
El resultado de todo ello es un mundo donde, como dijo Karapin (1986, pág. 236), cientos de miles de científicos sociales van a trabajar cada día. Buena parte de ellos son muy críticos con el trabajo de sus colegas (y tal vez el suyo propio), y dedican por lo menos parte de su tiempo a escribir artículos y libros en los que tildan a las ciencias sociales de improcedentes, incomprensibles, deficientes o lisa y llanamente equivocadas. Estas opiniones son a menudo compartidas por el resto del mundo, y especialmente por los responsables de financiar la investigación en ciencias sociales. Los Estados Unidos brindaron el ejemplo más elocuente al respecto cuando el Comité Científico del Congreso votó la supresión de los fondos destinados a las ciencias sociales para el año fiscal 1997. Uno de los argumentos esgrimidos por el Presidente del Comité fue que la investigación en ciencias sociales "no es ciencia de verdad".
En respuesta a tales críticas, otros científicos sociales lamentan que su trabajo no se utilice como es debido, y que falten fondos, aduciendo que, aunque las ciencias sociales no carezcan actualmente de problemas, éstos se resolverían fácilmente con más tiempo y dinero. Sin embargo, no parece probable que el tiempo y el dinero basten para resolver las dificultades de las ciencias sociales, que parecen residir básicamente en la falta de unidad, de control de calidad y de fuerza creadora.

Falta de unidad
La historia de las ciencias sociales presenta tres grandes líneas de escisión (Comisión Gulbenkian, 1996): i) la separación entre el estudio del mundo "Occidental" y el del no Occidental; ii) la ruptura entre el estudio del pasado y el del presente; y iii) la diferenciación entre el estudio de los individuos, el de los mercados, los Estados y las sociedades civiles. Estas divisiones han dado origen a cuatro grandes problemas de orden institucional y epistemológico: la aparición de fronteras entre las disciplinas; la proliferación de escuelas o corrientes dentro de cada disciplina; la cuestión del método; y el nacimiento de campos interdisciplinarios, inscritos dentro de nuevas fronteras. Todo ello ha convertido a las ciencias sociales de finales del siglo XX en escenario y motivo de constantes disensiones y enfrentamientos.
En primer lugar están las divisiones entre disciplinas. Con demasiada frecuencia tenidas hoy por algo natural, esas divisiones no se constituyeron, como observa Manicas (1987, pág. 5), hasta los 20 ó 30 años que cierran el siglo XIX e inauguran el siglo XX. Mientras que los límites entre las disciplinas de las ciencias naturales, mucho más antiguos, poseen un sentido obvio, los de las ciencias sociales no lo tienen (por lo menos no de la misma manera). En ciencias naturales pueden explicarse los fenómenos que estudia una disciplina sin recurrir a conceptos tomados de otra (es posible, por ejemplo, explicar o predecir fenómenos químicos sin utilizar la física). Los fenómenos sociales, en cambio, no se prestan fácilmente a la fragmentación en distintos ámbitos disciplinares como la economía, la psicología o la sociología. Con todo, y al margen de las críticas que pueda merecer la existencia de límites disciplinares, el principal problema es que esos límites coinciden hoy en día con profesiones bien asentadas, y por ello mismo refractarios al cambio. Como señala Ansoff (1986), tal vez ésa sea la causa de la enorme brecha que separa el trabajo de los investigadores de las necesidades reales de la sociedad: el hecho de que gran parte de la investigación actual se realice desde la óptica de disciplinas aisladas, cuando los problemas sociales fundamentales requieren planteamientos multidisciplinarios.
Un segundo tipo de división en el seno de las ciencias sociales, y objeto de no poca controversia, deriva del hecho de que cada una de esas arraigadas disciplinas dé cabida a su vez a numerosas escuelas teóricas y/o metodológicas que compiten entre ellas (o incluso se ignoran mutuamente). Cada escuela suele organizarse como su disciplina materna, con sus propios libros de texto, publicaciones e incluso a veces títulos universitarios. No hay nada malo en que los científicos mantengan ideas encontradas sobre sus temas de investigación, pero la situación se torna perversa cuando la mayoría de las escuelas quieren erigirse en representantes únicos y verdaderos de su disciplina. Para un conductista, sólo el conductismo es psicología "de verdad". También a este respecto la situación es muy distinta en las ciencias naturales: aunque no falta en ellas el debate teórico o metodológico, el hecho de tomar partido no supone la inmediata adhesión a un campo institucionalizado, con sus propias publicaciones y demás.
Con todo, el principal factor de divorcio parece ser actualmente ¡la general invocación a la interdisciplinariedad! Esta moda, relativamente reciente, funciona con arreglo al siguiente principio: tómense dos disciplinas bien arraigadas de ciencias sociales, defínase su conjunción como materia de estudio y alúmbrese una nueva subdisciplina (psicología económica, sociología del derecho, etc.). Para señalizar los límites de su ámbito de estudio cada nueva subdisciplina se dotará luego de sus propios colegios profesionales, cuerpos de profesorado, publicaciones, etc.
La metodología constituye la cuarta gran manzana de la discordia en las ciencias sociales. El debate metodológico atraviesa todas las disciplinas y subdisciplinas, e incluso a veces también las escuelas. Existen, a grandes rasgos, dos paradigmas metodológicos principales: el "general" y el "particular", conocidos también como el planteamiento nomotético y el ideográfico. La palabra "nomotético" describe la búsqueda de leyes generales (aplicables en cualquier ocasión y momento). La palabra "ideográfico", por su parte, designa la preocupación por los elementos singulares de cada caso concreto. El pensamiento nomotético ha arrastrado a las ciencias sociales a una peregrinación "positivista" en busca de datos fiables y reproducibles (Van Langenhove, 1996). Como señala Wallerstein (1977), el peaje impuesto por la posesión de datos fiables es el encierro en situaciones de laboratorio, o dicho de otro modo, la preferencia por situaciones artificiales o temas arbitrarios, olvidando por el camino el dinamismo y la complejidad de la realidad social.
El positivismo y el pensamiento nomotético y cuantitativo presiden hoy las ciencias sociales. Pero éstas no llegarán muy lejos en su intento de explicar y comprender al hombre y la sociedad si no adoptan una visión no positivista de la ciencia (R. Harré, 1979; Harré y Secord, 1972 y muchos otros), que prefiera los métodos cualitativos, los estudios monográficos, la investigación sobre el terreno y, sobre todo, el diálogo entre el investigador y los "sujetos" de la investigación (Smith et al, 1966a; 1996b).
Resumiendo lo dicho, las ciencias sociales de hoy, aunque interesadas todas ellas por el hombre y la sociedad, se encuentran fragmentadas en muchas disciplinas y subdisciplinas. No hay consenso alguno sobre cómo deben estudiarse los fenómenos, y un profundo abismo separa a la mayoría de las ciencias sociales teóricas de la realidad. Aunque a primera vista pudiera parecer que en ciencias naturales la situación no es muy distinta, nada más lejos de la realidad. Los divorcios y enfrentamientos que afectan a las ciencias naturales no son del mismo tenor que los de las ciencias sociales, porque estos últimos fueron producto de un proceso de institucionalización estrechamente ligado a cuestiones políticas y sociales. Dicho de otro modo: en otros contextos políticos y sociales podrían haber aparecido otros tipos de ciencias sociales.

Falta de control de calidad
El trabajo científico puede ser juzgado en términos de calidad. Cabe decir que la investigación tiene calidad cuando contribuye a mejorar nuestra comprensión (progreso científico) o nuestra capacidad para ayudar a resolver problemas. En ciencias naturales existe la distinción entre valor científico y utilidad práctica, aunque parecen existir también criterios para evaluar la calidad científica en ambos sentidos: además de la evaluación por los pares, hay otros criterios aplicables, entre ellos las "buenas prácticas de laboratorio", el número de patentes depositadas, etc. En ciencias sociales, el principal indicador de la calidad de un trabajo parece residir en las publicaciones evaluadas por colegas de igual nivel. Ello plantea numerosos problemas ligados a la situación institucional de las ciencias sociales. No sólo implica planteamientos encorsetados en la propia disciplina y juicios sesgados por la pertenencia a una escuela o corriente metodológica sino que deja también un amplio margen para enjuiciar la utilidad práctica de un proyecto de investigación.
Ello nos lleva así a la cuestión de los resultados de un proyecto de investigación. La mayoría de los proyectos de ciencias naturales se traducen no sólo en publicaciones sino también en resultados materiales o intelectuales (como una nueva molécula o la patente de un nuevo sistema de producción).
Según Deutsch (1986), "Los científicos sociales deberían tener el valor de preguntarse si las ciencias sociales han conocido algún avance real y sustancial durante el siglo XX. El problema que plantea tal interrogante, por supuesto, estriba en la falta de criterios aceptados para darle respuesta. El progreso científico resulta difícil de medir, sobre todo en ciencias sociales. Una posible solución consiste en definir el progreso científico como una mayor capacidad de entender y controlar; un mayor abanico de fenómenos que pueden reconocerse y predecirse, de cosas que pueden hacerse." En otras palabras, una de las grandes cuestiones pendientes de las ciencias sociales es la elaboración de sistemas de control de calidad adecuados, basados en resultados tangibles del proceso de investigación.
En el siglo XVI, Francis Bacon afirmaba, en su libro De Heresibus, que "conocimiento es poder". Para tener valor práctico, sin embargo, el conocimiento debe ser lo bastante completo, fiable, accesible y vigente. El conocimiento que genera la investigación social resulta con demasiada frecuencia inútil para los responsables de tomar decisiones ligadas a las transformaciones de la sociedad (3). Es preciso exponer las ciencias sociales en la arena pública, fomentando un tipo de investigación que reúna a los investigadores con todos los que intervienen en los fenómenos investigados y los que están en condiciones de tomar decisiones sobre esos fenómenos. Necesitamos con urgencia un colectivo de investigadores dispuesto a emprender un estudio científico de las sociedades y la gente capaz de generar reflexiones teóricas y prácticas que puedan traducirse a su vez en un mayor poder de decisión y actuación para el sector público, el privado y la sociedad civil.

Falta de fuerza creadora
Pero no confundamos este alegato en favor de un control de calidad exhaustivo y centrado en la utilidad práctica con una defensa exclusivista de las ciencias sociales "aplicadas" en detrimento de la investigación fundamental. Más bien al contrario: es necesario invertir mucho más en investigación fundamental, aunque ésta resulta probablemente mejor fuera de las estructuras disciplinares. Del mismo modo que las ciencias naturales no han contribuido únicamente a resolver muchos problemas prácticos sino que también permitieron al profano entender diversos aspectos del mundo material en el que vive, las ciencias sociales deben ayudar a que el gran público comprenda mejor nuestras sociedades. Kenneth Gergen se refirió una vez a esta capacidad como la "fuerza creadora" de las ciencias sociales: el poder de las teorías para "desorganizar los presupuestos generales de la cultura y abrir así nuevos horizontes" (1982, pág. 133). Gergen afirmaba que la psicología social moderna poseía muy poca o ninguna fuerza creadora, y otro tanto cabe decir probablemente de la mayor parte de la investigación actual en ciencias sociales.
Las ciencias sociales no han conseguido los mismos "resultados" que las ciencias naturales. Creando y aplicando nuevas tecnologías, estas últimas se han convertido en una gran fuerza motriz del desarrollo en todo el mundo, y también en una gran fuente de riesgo. Por un lado se destinan sumas enormes a la inversión pública y privada en ciencias naturales y actividades de investigación y desarrollo orientadas al avance tecnológico; por el otro, brillan por su parquedad los recursos dedicados a las ciencias sociales. Sin embargo, no todo se reduce a una mera cuestión presupuestaria. Algunos de los problemas ligados al ejercicio de las ciencias sociales trascienden la simple carencia de financiación adecuada. Muchas de sus iniciativas no contribuyen en modo alguno a la comprensión de la sociedad, y aún menos a la resolución de sus problemas. ¡Todo parece indicar que la sociedad aprende poco o nada de las ciencias sociales!


Por un replanteamiento de las ciencias sociales
Resulta llamativo que, a lo largo de la historia de las ciencias sociales, un sinnúmero de voces hayan formulado serias dudas sobre su utilidad, hecho que desde luego puede estar vinculado a los problemas institucionales ya evocados. Aunque en buena lógica de ahí hubieran debido seguirse profundas transformaciones en el funcionamiento de la investigación en ciencias sociales, las muchas reflexiones críticas sobre el ámbito de estudio o los límites de una disciplina, o sobre la opción metodológicamente correcta, no han provocado en conjunto ningún cambio sustancial en las actividades de la comunidad investigadora. En el mejor de los casos han dado lugar a momentos de vivo debate o sana introspección. En el peor de ellos, se las ha recibido con una sensación de inquietud o amenaza. No obstante, parece existir un creciente consenso en torno a las deficiencias de las ciencias sociales y sus posibles remedios. Después del trabajo innovador de muchos expertos y de la UNESCO (Lengyel, 1986), uno de los análisis más interesantes fue el de la "Comisión Gulbenkian sobre la reestructuración de las ciencias sociales". Su informe, titulado Abrir las ciencias sociales (1996), aborda tres grandes cuestiones.
En primer lugar expone cómo se forjaron las ciencias sociales entendidas como forma de conocimiento, y por qué, entre finales del siglo XVIII y 1945, se escindieron en una serie de disciplinas. En segundo lugar explica cómo los acontecimientos mundiales posteriores a 1945 suscitaron interrogantes sobre aquella división intelectual del trabajo, reabriendo así el debate sobre la estructura organizativa implantada durante el periodo anterior. En tercer lugar propone fórmulas para reestructurar de forma inteligente las ciencias sociales a la luz de su historia y de las recientes controversias. A este respecto, la Comisión Gulbenkian sugiere la posible "promoción de instituciones que, ligadas de algún modo al mundo académico, pudieran aglutinar a expertos para una labor colectiva en torno a determinados temas urgentes". El informe destaca también la necesidad de crear programas de investigación integrados, que trasciendan las líneas divisorias tradicionales entre disciplinas.
Si se acepta este análisis, las cuestiones que de ahí se siguen son: "¿Qué se puede hacer?" "¿Quién debe actuar y cómo debe hacerlo?" Desde un punto de vista intelectual, existen por lo menos tres posturas defendibles.
La primera consiste en no cambiar nada. Aun cuando acepten parte del análisis crítico, sin duda muchos científicos sociales alegarán que todo va bien y que sólo queda aguardar a que las ciencias sociales sigan desarrollándose. El procedimiento de la revisión por los pares permitirá filtrar la investigación de mala calidad y, con el tiempo suficiente, las ciencias sociales serán tan vigorosas como las ciencias naturales. Si la sociedad desea más "resultados", lo que hay que hacer es invertir más dinero en ciencias sociales.
Una segunda postura respalda incondicionalmente el análisis crítico aquí presentado, aunque añade que la fórmula utilizada por los gobiernos para apoyar a las ciencias sociales plantea problemas. El sector público debería no sólo financiar las ciencias sociales sino también contribuir a la divulgación de sus resultados. Las estructuras disciplinares actuales, sin embargo, bastan para llevar esta empresa a buen puerto.
La tercera postura, y la más radical, sostiene que las ciencias sociales necesitan un planteamiento absolutamente nuevo, que aporte nuevas temáticas, nuevas instituciones y nuevas epistemologías. El Informe Gulbenkian aboga por esta tercera vía.
Naturalmente, ello presupone que las fuentes que financian las ciencias sociales desean encontrar iniciativas novedosas (4). En realidad, no parece necesaria una reforma tan profunda de las ciencias sociales. Una organización como la OCDE puede desempeñar una función interesante en tal proceso, sensibilizando a las instancias públicas sobre los problemas de sus sistemas nacionales de ciencias sociales y estimulando la búsqueda de soluciones novedosas.
Al comenzar este artículo hablábamos del cambio, los problemas y el poder como puntos cardinales de la relación entre sociedad y ciencias sociales. Esos elementos pueden también servir de instrumentos para una reformulación de las ciencias sociales.
Resulta imperativo un cambio de paradigma. Necesitamos un paradigma nuevo, que nos permita abandonar los programas de investigación regidos por la lógica disciplinar y adoptar programas centrados en los problemas reales y sus fuerzas motrices. En este sentido, la iniciativa holandesa "Overlegcommissie Verkenningen" ha llevado a cabo una labor muy novedosa, elaborando un sistema de referencia para la investigación en ciencias sociales centrada en la noción de calidad de vida. Ese trabajo parte de la definición de cuatro fuerzas motrices en el desarrollo de la sociedad: la internacionalización, el desarrollo tecnológico, las transformaciones del Estado benefactor y la creciente flexibilidad en los modos de vida individuales. Después se relacionaron esos cuatro factores con cuatro temas de investigación fundamentales (capital humano, desarrollo industrial, cohesión social y medio ambiente), aunque por supuesto hay otras posibilidades. A partir de ahí se elaboró una matriz de 4 x 4, en cuyas casillas se colocaron posibles proyectos de investigación orientados a la resolución de problemas reales. Ejercicios de este tipo, que convendría reproducir y multiplicar, podrían ayudar a las instancias públicas a reformar en profundidad sus programas de investigación en ciencias sociales.
Sería conveniente además que los resultados de cualquier proyecto de ciencias sociales no se redujeran a la producción de libros o artículos en publicaciones científicas. A este respecto, el paradigma de la investigación transformadora debería sustituir al de la investigación tendiente a la publicación. Las ciencias sociales deben ser capaces de generar conocimientos útiles y adecuados para aquellos que intentan modificar una situación determinada. Para alcanzar tal objetivo sería preciso que los investigadores trabajaran conjuntamente con los protagonistas del fenómeno investigado y los responsables de tomar decisiones sobre dicho fenómeno. Pero las ciencias sociales no pueden pretender erigirse en agentes del cambio en nombre del resto de la sociedad. Los científicos sociales deben trabajar codo a codo con el sector privado, las instancias públicas y la sociedad civil. Se trata básicamente de que los interlocutores sociales asuman un mayor protagonismo a través de las ciencias sociales y de que éstas propicien un sistema de investigación participativa, en la que se incorpore a todos los sectores afectados.
Quizá la única forma de empezar a concentrarse en los problemas y las transformaciones sociales radique en un cambio del paradigma que rige la política científica, con organismos de financiación más dinámicos y capaces de quebrar las rigideces políticas y sociales. El corporativismo de las ciencias sociales constituirá uno de los grandes obstáculos para el cambio. El sector público puede influir en el proceso utilizando fondos públicos para estimular nuevas iniciativas transdisciplinarias. También podría dar ejemplo, incorporando proyectos innovadores de investigación social a su propio funcionamiento, cuando sea posible.
Hayward (1984) afirmaba que, de todas las ramas del conocimiento humano, las ciencias sociales son las más expuestas al papel de chivo expiatorio en cuanto el sector público empieza a tener dificultades. Para Hayward, "dificultades" significaba "falta de dinero". Hoy, en cambio, la dificultad estriba en que el sector público, al igual que el privado y que la sociedad civil, necesita de las ciencias sociales para resolver problemas sociales básicos. Si se piensa que tal cosa no será posible hasta que las disciplinas encuadradas en instituciones académicas dejen de canalizar todos los fondos, el único camino abierto parece residir en la creación de centros de investigación interdisciplinarios e innovadores, públicos o privados, con el cometido básico de contribuir a resolver problemas sociales de carácter tanto mundial como local y de hacer progresar la teoría y la metodología de las ciencias sociales. La OCDE tiene ante sí la ardua tarea de promover entornos estimulantes en los que las ciencias sociales puedan desarrollarse y mantener un diálogo constante con el sector privado, el público y la sociedad civil.

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Notas
1. La Oficina de Política Científica no suscribe necesariamente las opiniones expresadas en este artículo
2. Véanse Danziger (1990) y Van Langenhove (1996) para mayor detalle.
3. F. Heller (1986) ha tratado la cuestión de las ciencias sociales y sus aplicaciones. El y sus coautores han examinado con espíritu crítico el alcance y las limitaciones de la tesis de la utilidad.
4. Y ello puede resultar harto difícil, en la medida en que las instancias públicas sean más receptivas a las propuestas de instituciones "clásicas" como las universidades. La financiación a través de fundaciones podría representar una alternativa. Digna de mención en este sentido es una iniciativa reciente: profesores, administradores y titulados del Colegio de Europa, en Brujas, han creado una Fundación (la Fondation Salvador de Madariaga, Fondation scientifique pour le Collège d Europe) que está impulsando el proyecto BRIOSS (Bruges Research Initiative for Opening the Social Sciences). Esta iniciativa busca establecer un centro internacional independiente dedicado a la investigación fundamental en ciencias sociales aplicada a la política, con la voluntad de estudiar las transformaciones sociales desde la óptica europea y desde una perspectiva investigadora transdisciplinaria, comparativa y participativa.

 

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