Tribulaciones y lamentos de un futuro Operador Psicosocial en sus primeras prácticas de observación grupal

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Algunas apreciaciones personales

Cristian Crespo. Operador Psicosocial.

Primera Apreciación
“... Romeo se mira en el espejo (no me queda mas remedio que ser lo que parezco, aunque talvez parezco lo que soy) y acaricia el puño enjoyado de la daga que lleva en la cintura...” Eduardo Gudiño Kieffer. Fabulario. Mascarada (cuento)

El tercer año nos encuentra en una ambigua situación que sin dudas nos limita: somos aquellos que tiene el deber de registrar; los que tenemos a cuestas la pesada carga de no dejar escapar nada de lo que ocurra a nuestro alrededor; somos aquellos que podríamos ser llamados los “alumnospracticantespartedelequipoynotanto” nombre largo, entreverado y sin gusto, producto de la imaginación pero que nos permite apoderarnos de un rol; un importante rol: somos los observadores.
Sentados en un lugar diferente, desigual, casi disparejo y discrepante con el camino hasta ahora recorrido, tendremos que salir de nosotros (¿salir de nosotros?) para que obligatoriamente podamos “pispear” y mirar otras actitudes, las actitudes de “los otros”, las relaciones que “los otros” generan, los vínculos de quienes, al igual que nosotros son alumnos en la búsqueda del saber pero que hemos denominado “los otros”, como si las diferencias fueran profundas y casi irreconciliables. Ellos son lo observable, son los observados; nosotros, apóstoles fieles a una liturgia cuyo dios nos dicta que el mandamiento principal es hacer silencio, solo observamos; desde ahí, desde un profundo mutismo obligado e impuesto comenzamos esta etapa justificada por la realidad que, día a día, vamos descubriendo entre alegrías y tristezas; alegrías que insuflan ánimos a la autoestima y tristezas que destruyen todas las defensas creadas.

Segunda Apreciación
"Toma este ovillo de hilo y cuando entres en el Laberinto ata el extremo a la entrada y ve deshaciendo el ovillo poco a poco. Así tendrás una guía que te permitirá encontrar la salida" Ariadna a Teseo poco antes de entrar al laberinto del Minotauro.

Esta insipiente práctica que hasta ahora hemos desarrollado sin dudas que nos ubica en un lugar diferenciado de todos, diferenciado de los demás alumnos que no nos ven como pares y diferenciado del equipo porque somos parte de él pero seguimos siendo alumnos. Esto nos impone una cierta presión que nos puede llegar a obnubilar y a hacer que equivoquemos el camino. ¿Estamos preparados para cubrir con la mayor eficiencia las exigencias que el rol nos impone?, ¿podremos hacerlo sin mayores inconvenientes?, ¿podremos descubrir en su momento, lo implícito en el grupo para poder ayudar a explicitarlo?, ¿cómo formar parte del equipo sin dejar de ser alumnos?. Las respuestas a estas preguntas y a otras mas que inevitablemente surgen, al decir del Martín Fierro, “como agua de manantial”, estarán dadas al final; cuando lleguemos a la meta propuesta, cuando podamos mirar para atrás y sobre el camino recorrido, satisfechos o no, digamos que hemos cumplido.

Hoy estamos prontos a entrar al misterioso laberinto que nos ofrece el equipo coordinador de tercer año. El ovillo de hilo que Ariadna ofreció a Teseo y que es tan necesario para no perder el rumbo, será reemplazado por justas herramientas teóricas brindadas por esta suerte de guías espirituales corporizados en los coordinadores; dentro del laberinto, en lo profundo, en lo desconocido nos esperan asechantes la frustración, la ansiedad, la negación y algunas espinas que herirán, sin dudas nuestro más puro narcisismo. Andar es el desafío, solo andar.

Tercera Apreciación
“Solo el mahatma conoce las penas del mahatma” Proverbio hindú

Para comenzar a practicar y a despertar el rol del observador, una vez que tenemos en claro cuales son los posibles escollos que encontraremos en nuestro andar, deberíamos primeramente reconocer las limitaciones para aceptar nuestras actitudes detectando y desarrollando nuestras aptitudes y así tratar de ser buenos operadores de la realidad.
Descubriremos que seremos presa fácil de la ansiedad y sabiendo que necesariamente deberemos controlarla lucharemos contra ella desarrollando sin prisa pero sin pausa nuestra “autocontinencia” o para decirlo de otro modo, si queremos hablar, vamos a tener que mordernos los labios antes de hacerlo, si queremos expresarnos de alguna otra manera deberemos frenar esos ímpetus y la paciencia será quien pretenda dominarlos.
Tendremos que condescender algunas de nuestras actitudes y someterlas a la tolerancia y así aguantaremos el tiempo necesario que nos pida la tolerancia a la espera, hasta que desahoguemos nuestros atravesamientos ante quien corresponda.
Mas duro será instalar el compás necesario para poder trabajar o retrabajar la tolerancia a la frustración. Definida esta última, según el Diccionario Larousse de la Lengua Española, como “la privación a uno de lo que esperaba” deberíamos comenzar a plantearnos, para no sufrirla o para tener mas tolerancia a la misma, que es lo que esperamos de la practica de observación. Si esperamos ser las figuras principales del grupo y así ser reconocidos permanentemente como alguien superior, dejando de lado el anonimato que nos corresponde o pretendemos que el primer día podamos recordar todos los nombres de los integrantes que conforman el grupo y además tomar una crónica donde se transcriba todo lo que se ha dicho junto a lo que a nuestro alrededor sucede, entonces nuestra frustración será de dimensiones importantes. Creo que disminuir nuestras expectativas y las autoexigencias impuestas es un buen ejercicio para comenzar a observar grupos desde un lugar que no afecte en demasía nuestras almas sufrientes.

Cuarta Apreciación
“La única verdad es la realidad” Frase adjudicada a Juan Domingo Perón.

Dicen por ahí que el rol del observador así como lo ejercemos en nuestra práctica es irrealizable fuera del ámbito de la escuela, que cuando uno va a trabajar a la comunidad no hay tiempo para incluir una variante que se contradice tanto con lo que socialmente se espera y se exige; instalar en medio de un grupo una persona que no habla, no contesta no trae nada positivo ya que genera un obstáculo muy grande. Desde nuestro punto de vista hoy debemos aceptar que en nuestra realidad, la practica que estamos desarrollando nos exige este modelo vouyeurista, estático y robótico; hoy somos amanuenses medievales de crónicas que serán interpretadas por otros. Cuando el ámbito a observar sea otro veremos que es lo razonablemente practico y nuestra realidad cambiará.

Quinta Apreciación
“Él era un consumado artista del ojeo midiendo la noche desde su atalaya. Resistiendo los envites de los mirares ajenos hasta que le echaban humo las pestañas.” Mírame y no me toques. Canción Letra: Joan Manuel Serrat y Joan Barril

Entre la observación de los grupos y el registro emocional, tanto de los observadores como de los observados, no hay solo simpatías; observar y ser observado, por lo general, en la mayoría de los casos, es terriblemente incomodo para las dos partes que componen esta suerte de mudo dialogo dialéctico que va y viene. Desde esa incomodidad estamos tratando de descubrir al andar, cuales son los “puntos ciegos” que existen en nuestro campo visual exterior e interior para sortearlos de la mejor manera posible. En algunos casos cuando tocamos puntos donde lo observable nos atrapa, debemos dejarnos llevar como en el tango, donde los cuerpos tienen que armar un circuito de tensiones encontradas para que el equilibrio no esté en cada uno sino en el centro. Si pretendemos imponer nuestra fuerza, desviaremos el sentido de la danza.

Hay que saber no intervenir o en todo caso, si es valido, cuando hacerlo. La observación debe ser elástica en el sentido que el observador se debe adaptar a lo observable y emocionalmente tratar de no involucrarse demasiado; de todas maneras uno ve lo que puede ver, percibe lo que su entendimiento o subjetividad le permite percibir ya que no estamos cubiertos por un baño de teflón como para que las cosas no se nos adhieran, pretender esto suceda es una aspiración a veces anhelada pero realmente lejana.
En la medida que descubramos “puntos ciegos” en nuestro andar veremos la forma de que los mismos no sean un obstáculo en nuestra visual y, como el yudoca, usar la fuerza negativa que traen, en beneficio nuestro.

Sexta Apreciación
... y los ojos miraban con tal intensidad que una ojeada bastaba para llegar al alma del interlocutor, y para leer en ella sus pensamientos más ocultos. Y, como esa inspección resultaba casi intolerable, lo más común era que no se desearas volver a encontrar aquella mirada” Humberto Eco en boca de Adso de Melk al describir a Malaquías de Hildesheim; el bibliotecario. El nombre de la rosa

El del observador es un rol prescripto y obligado por la realidad teórica; un rol que se nos ofrece pero que también se nos impone; un rol que aceptamos aun en condiciones adversas cuando lo debemos asumir y desarrollarlo o cuando somos lo observable. Nos debemos resignar a las incomodidades que nos genera aun cuando la fuerza de los obstáculos epistemológicos y epistemofílicos atraviesen no solo nuestro sendero de aprendizaje, sino también nuestra alma. Al observar en el grupo nos sentimos observados, y esos ojos inquisidores que nos miran fijamente o como al pasar, nos dicen y nos avisan que de alguna manera nos vigilan esperando de nosotros algo mas: para ellos somos quienes escrutan su accionar para después evaluarlos.
El rol en general es una dimensión que articula, un elemento que acopla la verticalidad del sujeto con la horizontalidad del grupo, ¿qué sucede al respecto con el observador?, ¿qué genera el observador en el grupo hasta que llega al punto ideal en que pasa desapercibido?, ¿cómo actúa la verticalidad del observador cuando desaparece detrás del rol?, si los roles comienzan a funcionar cuando existe un reconocimiento del otro, ¿como podremos reconocer el rol del observador si se incorpora como si fuera etéreo?.
Mirar y ser mirado, observar y ser observado desde el mutismo obligado, pasar a la clandestinidad estando físicamente en el grupo y recibiendo las ansiedades más primitivas por parte de los integrantes, ser un fantasma y no serlo, situaciones que sin duda nos afectan.

Séptima y Última Apreciación
Los fantasmas dan mas miedo de lejos que de cerca. Nicolás Maquiavelo

La “invisibilidad” del observador detrás de la máscara que el rol le impone es, en un principio, una aspiración de deseo. La practica (o la teoría) dice que con el tiempo este deseo pasa a ser una cuestión notablemente real y, por supuesto, recomendable para el buen funcionamiento del grupo. Pero, ¿qué es eso de la “posición fantasmática del observador”?; ensayar una respuesta, hoy es un desafío a la intuición mas que al conocimiento certero, pero vale el intento.
La existencia de un observador despierta ciertas fantasías que metafóricamente podríamos relacionar con fantasmas. La implicitación del rol (no así de la presencia de quien lo cumple) hace que concientemente no se tenga registro del mismo y quien observa pase a ser alguien que es anónimo al grupo, alguien que está y no. Su presencia es obvia y como todo lo obvio difícil de registrar pero ¿qué sucede cuando físicamente el observador falta?. Es precisamente ahí cuando más se nota su existencia es decir cuando, mágicamente se produce esa paradójica realidad en la que la ausencia denota la fortaleza de la presencia de quien observa, a mi modesto entender eso sucede porque el rol del observador, como un espíritu alquimista que conjuga presencia y ausencia, siempre esta en el grupo.
Cuándo somos observados, ¿cuales son las cadenas que arrastra nuestro alquímico fantasma?, ¿cuánto ruido producen? , ¿cuántos ecos deja rebotando en los sótanos de nuestro ser?. Esperemos que sean los mínimos, aunque eso no interesa ya que más allá de la intensidad y a pesar del pánico, los debemos soportar sin remedio.



Los observadores están y no están, son “la existencia inexistente” sufriendo o gozando una cosificación impuesta por la negación. Los buenos se hacen olvidar pero... ¿existen observadores buenos y observadores malos?



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