El Taller y sus múltiples sentidos

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Prof. Ricardo Solís

(El siguiente texto se encuentra disponible para su discusión en “El foro de Richard”)

Este texto fue elaborado inicialmente como devolución a un trabajo realizado durante el año 2005 por los alumnos de 3er. año, Malvina, Elsa, Miguel, Marcelo. Con el tiempo he ido agregando algunas reflexiones, pero nunca pierde a sus interlocutores, que pueden ser todos aquellos estudiantes que durantes estos años compartimos los ‘equipos de coordinación’ de los ‘cambiantes’, ‘dinámicos’ y ‘desconcertantes’ talleres. La secuencia de la exposición responde a preguntas que se hacían en el material original.
La hipótesis a demostrar es: las diferencias notables entre dispositivos de Grupo Operativo y Taller radica en la administración de dos recursos de intervención: características situacionales de los organizadores internos y de las tácticas y estrategias implementadas.

A pesar de indagar en “lo finito” de la administración de la dinámica, me parece no desconocer el debate actual en el seno del “pichonismo” respecto de los grupos centrados en la tarea. Cito a Graciela Jasiner: “Enrique Pichón Riviere nombró los grupos centrados en una tarea, pero se ocupó del grupo operativo. Entonces, porque no todo está dicho, aun avanzamos, aún seguimos investigando. Me interesa ir pensando una lógica para el abordaje de diferentes dispositivos: grupos operativos, de discusión, de formación, reflexión, aprendizaje, entrenamiento, talleres, carteles, investigación, terapéuticos, equipos de trabajo, y los así llamados grupos monosintomáticos (de autoayuda), tanto en el campo de la salud, la educación, lo comunitario y lo institucional…” En esta importantísima tarea que nos propone Jasiner: “ir pensando una lógica para el abordaje de diferentes dispositivos, este escrito es un aporte a los dispositivos de taller.
El alumno observador de taller inicia su tarea con un fuerte sentimiento confusional y de ‘desvalimiento’ por la falta de material teórico metodológico que pueda servir de referencia en el análisis de crónica y elaboración de registros. Este sentimiento es un punto en común para quienes nos vemos en la obligación de ajustar la didáctica a los contextos de formación y las políticas académicas. No falta bibliografía sobre taller, lo que ocurre es que lo escrito tiene otras bases epistemológicas y orientaciones metodológicas, que no siempre se ajustan o complementan con la concepción grupal pichoniana de grupo operativo.
La Técnica de Grupo Operativo (tGO) se remonta a los años `60. Pichón Rivière definió las bases de su teoría de los grupos en colaboración con otros pensadores como fueron José Bleger, David Liberman y Edgardo Rolla, todos influidos por el psicoanálisis (más precisamente `la psicoterapia de grupo’) y el materialismo dialéctico (la idea de transformación social), un elemento de importante gravitación en la época. En este contexto teórico-metodológico surge el Grupo Operativo como una ‘técnica’, que se caracteriza por su encuadre (influencia de la psicoterapia) y su idea de transformación social (materialismo dialéctico) no-dirigida o autogestionada (Lapassade).
En cambio el taller no tiene ‘padre metodológico’, participa de una relatividad metodológica amplia e imprecisa, puede desarrollarse desde diversas técnicas o incluso ser un ‘mix’ de dinámicas, que logran coherencia, pertinencia e intencionalidad en la labor concreta del equipo de coordinación. Esto nos remite a relatos de Pichón Rivière quién decía: “los primeros equipos de coordinación (que él dirigía) planificaban su trabajo con ‘técnicas grupales’”, lo que nos habla de una etapa de exploración, donde la ‘técnica’ de GO conocida por nosotros aún no existía. Según los mismos relatos, entonces se daba importancia a la elaboración de una estrategia de intervención, se acentuaba el valor operativo de la práctica (para diferenciarlo de lo analítico), y el carácter de la tarea debía ser instrumental, esto quiere decir que nuestro sentir y pensar se basa en acciones sobre las cosas, situaciones, asuntos, objetos y acciones que indagan e investigan.
En la ciencia lo instrumental es lo que funciona mediante tanteo (no con determinaciones o certezas) pero acorde a reglas,“lo instrumental es una lógica de investigación del otro y/o el mundo”. Podemos hacer una síntesis de conceptos de aquel primer momento: ESTRATEGIA + CARÁCTER OPERATIVO + INTRUMENTAL. Estos componentes también están o pueden estar en un taller.
Otro elemento de importancia en esta etapa fundacional de la tGO, es la heterogeneidad (hoy más conocida como ‘integración’), Pichón, comentando la experiencia de Rosario decía: “propuse que un grupo de novatos organizados en un funcionamiento adecuadamente heterogéneo, dónde las singularidades personales no se anularan entre sí, podía lograr, pese a su condición novata, la eficacia de un veterano”. El grupo operativo esta diseñado para este desafío, se funda en reglas básicas de comunicación como lo son: la confidencialidad, restitución y abstinencia. Estas reglas permiten dar seguridad psicológica y evitan que los integrantes se anulen entre sí, por lo tanto se potencia la productividad y eficacia grupal.
La técnica del grupo operativo (tGO) se funda en la concepción de los grupos restringidos (no masas o redes), considera que los grupos existen y conforman un todo dinámico, participa de la idea de desarrollo dialéctico en espiral del aprendizaje. Si observamos las primeras definiciones de la técnica remiten a la idea grupo restringido, ‘comandos’ según Bion, es decir: centramiento en una tarea y una estrategia, maniobrabilidad terapéutica (táctica) y con recursos precisos (logística).
Los elementos característicos de la tGO serían:

(1) Demarcación de la lectura de lo manifiesto y latente desde una dialéctica de emergentes grupales.
(2) Unidad de trabajo autogestionada.
(3) Organizadores internos.

¿Qué es un dispositivo de taller en la formación de Operadores Psicosociales? El taller, en la formación lo hemos venido definiendo situacional y exploratoriamente: No existe una ‘doctrina de taller’, ocupa un lugar en la formación más o menos preciso, pero es un espacio de formación sujeto a permanentes ajustes en todas sus dimensiones. Tal vez un dispositivo así (no acotado), pueda albergar tareas que van desde el despliegue del psicodrama, la investigación de campo, la profundización de teoría, covisión de prácticas de formación, etc.
Ese carácter situacional, propio de un taller, es el mejor dispositivo para formar profesionales en la concepción de complejidad de la intervención (por su flexibilidad y apertura al contexto), que comprendan que la utilización de dinámicas es un producto que debe ser ajustado a la necesidad y a la estrategia fijada (por supuesto esto también lo ‘pregona’ la tGO, que quizás despeja con mayor claridad el fantasma del ‘dirigismo’, a pesar de ser un ‘artefacto’ que tiene sus ‘comandos’).
¿Cómo se da la dialéctica de emergentes en un taller?, la dialéctica de emergente es una construcción a doble vía, como toda narración, existe una situación dada y una mirada que recorta, la del coordinador, en la combinación de ambos elementos surge el emergente, como instrumento de análisis, como invención de realidad. Es lo que nos permite ‘tantear el proceso grupal’, es lo que orienta la tarea del coordinador. Sus indicios en el caso del taller son similares a los de la tGO: “es algo nuevo que aparece en un campo grupal, es decir, una cualidad nueva que aparece en la interacción” (A.QUIROGA), ej.: ‘una discusión puede ser portavoz de un conflicto latente en el grupo’. En el taller cuando leemos las crónicas analizamos desde diferentes resonancias (‘me pareció importante lo que dijo tal’) y repitencias (‘fulana siempre habla en voz baja’) las cosas sucedidas. Esto nos va mostrando los saltos cualitativos en la dinámica, ej. ‘nadie decía nada hasta que fulano tiró esa bomba’, ‘hoy les costaba escucharse y con el caldeamiento se engancharon varios’, ‘viste, como dramatizo mengana, que ella nunca participa’, aquí podemos observar cómo construimos realidades, escenarios, instrumentamos la práctica, le aplicamos conocimientos a las situaciones dadas. En el taller, esto se da, tal vez de una manera más difusa a la del grupo operativo, ya que el rol de los coordinadores es más direccional que el del coordinador de GO, y tal vez el tallerista no disponga del tiempo y el corrimiento suficiente como para hacer este tipo de lecturas. De ahí que las técnicas implementadas en los talleres tengan un resguardo más defensivo. Tal vez, en esta administración de estrategias y tácticas encontramos las más notables diferencias del abordaje. Un dato curioso en la conducta ‘registral’ del observador de taller, es que suele ‘no registrar la intervención del coordinador’, situación chequeada entre los tres talleristas ‘que habemos’; hipótesis: (advertencia: acepto que podamos ser aburridos), existe una tendencia a registrar el dinamismo, esto es, la participación puntual, la discusión, el intercambio entre integrantes, la aparición de una participación cualitativamente diferenciada es vivenciada resistencialmente, en criollo: el observador disfruta demasiado de sus propias miradas y lecturas del proceso, de ahí, que su competidor: el coordinador, sea evaluado depresivamente (fantasía de pérdida).
¿Cuál es la tarea?, si en el GO de aprendizaje, la tarea esta dada en la elaboración de la teoría disparada en el teórico, en el taller, teoría y praxis grupal están integradas a lo largo y a lo ancho de cada taller. Lo que define la tarea o sus niveles de aproximación es el objetivo propuesto, que en nuestro caso, siempre se enuncia al comienzo luego del saludo de apertura, lo pueden identificar cuando decimos: “el objetivo de hoy es…”, “¿cómo les va?... hoy trabajaremos sobre…”, “Bueno, hoy la cosa es…” y otras frases que intentan ser ‘escuchables’. El objetivo ayuda a definir la tarea pero no la agota. Piensen que podemos fijarnos objetivos, trabajar por ellos y no alcanzarlos, eso no quiere decir que no hubo tarea. Por eso, conviene ser concretos a la hora de fijar los objetivo en un taller, porque sino, enunciamos ‘horizontes inalcanzables’ que afectan la dinámica y el proceso. El objetivo es el escenario imaginado de satisfacción de la necesidad, y en esto la necesidad nos ‘concretiza’, ‘estamos para atender tal o tales necesidades, entonces fijemos tal objetivo a lograr y tal tarea a realizar’, síí… los organizadores internos de Ana Pampliega. Estos organizadores están en el taller, pero son ‘afectados’ de una manera particular, ya que los coordinadores llevan adelante una tarea previa de planificación de la dinámica (organizador externo), esto da una característica particular al proceso. Nuevamente aparece la administración (movimientos tácticos/estratégicos) de los momentos como elemento diferencial. La planificación externa, o previsión de aprendizajes, lo que llamamos la ‘cocina del tallerista’, es nada más y nada menos que el TEÓRICO, en la dinámica de teórico/GO. Es decir, todos ‘los saberes’, ‘los contenidos’ que el educador diseña como núcleo básico, antes del acontecer grupal. También Bion, Lewin, Lapassade, prediseñaban la intervención, es un requisito de toda técnica: su capacidad de previsión.
¿Cómo podemos definir tarea en el taller?, la tarea es un momento entre una situación dada (necesidad) y una situación deseada (objetivo).
Se plantea la tarea como tensión, lucha, devenir, y es eso, algo así como el cuarto momento de la dialéctica: el devenir, ya que no es síntesis, es lo que esta entre lo dado (tesis) y lo deseado (antítesis), o más difícil, entre lo que es y su negación, de esto último, surge esa idea de lucha, tensión, es el momento en el que se está trabajando para resolver un conflicto, encontrar una salida, ‘toda la carne ya está en el asador’… y bueno, hay que administrar, administrar… (las brasas).
Estos momentos en un grupo son muy identificables, los acompaña un clima de euforia, excitación, y muchas veces de angustia. El taller entra en tarea con cierta facilidad, ya que al consignarse el trabajo esto acota las distancias y la intervención opera para poder realizar ajustes sobre la marcha. Este momento se caracteriza por un centramiento en la tarea explicita, por ejemplo, cuando se prepara una dramatización, se discute un artículo, se realiza –por medio de alguna pieza didáctica- una actividad de investigación, articulación. Estas actividades sin duda son tarea, es una tarea que remite a un proyecto. Pero aclaremos los tantos: la tarea bidimensional (explícita+implícita) no es un atributo exclusivo de la tGO, este quizás propicia sentimientos ‘más rápidos’ de toma de conciencia o facilitación, pero en el taller también podemos observar estos procesos que no son ‘propios de una técnica’, sino de la dinámica humana: “una madre mientras da explícitamente de comer, puede también dar cuidados”. Entonces eficacia de la técnica esta en relación a la concreción del proyecto, “pensemos que la eficacia demostrada del grupo operativo, se plantea en la movilización de estructuras estereotipadas a causa de los montos de ansiedad que despiertan los cambios… en el grupo operativo, el esclarecimiento, la comunicación, el aprendizaje y la resolución de tareas coincide con la cura, creándose así un nuevo esquema referencial (EPR)”.
El taller nunca debe pensarse (planificarse) sino con el estricto fin de atender a esta necesidad: la concreción de proyectos individuales de aprendizaje. La tarea se ajustará a un nivel mayor de implicación que podemos llamar programación de contenidos o trayectos curriculares. Esta determinación externa de la tarea debe incluirse en el análisis molecular de las crónicas sucedidas, es importante para detectar climas, dinámicas, obstáculos. La caja de herramientas del observador de taller debe contener referencia acerca de estos determinantes, a través del diálogo con el tallerista. En el taller el observador no deja de ser “un alumno que observa alumnos’, por eso sus procesos de identificación deben ser tenidos en cuenta en la cancha del observador.
Por último, un comentario a cuatro conceptos de análisis de crónica: La pretarea: los signos observables característicos de la pretarea se dan de la misma manera que en la tGO, si bien como decíamos, que en el taller se facilitan algunas cuestiones entorno a la tarea explicita, el coordinador no tiene el poder de hacer entrar en tarea a un grupo, solo facilita ese proceso. Que un coordinador de taller hable más, opine más, se implique más, dirija la dinámica no garantiza tarea, muchas veces estas actitudes justamente elevan los montos de ansiedad, en consecuencia la resistencia. Por lo tanto, los momentos de pretarea son observables, registrables y analizables con posterioridad al cierre del taller sin otro recurso que los que se dispone para el resto de la formación del observador.

Apertura/Desarrollo/Cierre: Este recurso didáctico de análisis grupal, en el taller tiene una utilidad analítica, no tanto operativa. Quiere decir que como la dinámica esta ciertamente organizada desde afuera su valor radica en lo que nos sugiera en el análisis del proceso. Nos permite identificar momentos y ubicar en ellos situaciones significativas, como por ejemplo: ‘una discusión fuerte entre dos integrantes en el momento de cierre es significativo’(dificultad de retención), por lo acalorado de la discusión y por la aparición de un nuevo problema en el cierre ‘que se retire abruptamente un integrante en pleno desarrollo es impactante’ (fantasías de captura). Los elementos identificables serían: Apertura, casi siempre es cerrada, el coordinador toma la palabra, consigna los objetivos y las primeras actividades a realizar, el Desarrollo es identificable en la realización de las dinámicas propuestas, incluso, éste, se ve interrumpido por el recreo, lo que suele acarrear algunas dificultades de pertinencia y vuelta al ritmo, por eso es preferible un recreo breve. Como ocurre con la apertura, el Cierre suele planificarse con una dinámica integradora, a veces la falta de tiempo hace que los talleres se cierren abruptamente, o a las apuradas, esto no es recomendable, y cuando esto ocurre tendrá que ser evaluado.

Bibliografía Consultada
Jasiner, G. Coordinando Grupos – Editorial Lugar – Bs. As. 2007.
Carpintero, E. y Vainer, A. Las huellas de la memoria – t.1 ed. Topía, Bs. As. 2004

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